miércoles, 12 de mayo de 2010

El camino inglés de Santiago


El camino inglés, el gran desconocido del Camino de Santiago

martes, 4 de mayo de 2010

El Everest, expediciones en entredicho






Lincoln Hall, el muerto viviente del Everest

Este artículo contiene imágenes y textos que pueden herir la sensibilidad

El artículo surge al escuchar en repetidas ocasiones la afirmación de que el “Everest se ha convertido en un circo” en boca de reputados montañeros como Edmund Hillary, primer escalador en coronar la montaña oficialmente y de otros como Juanito Oyarzabal, que aunque pintoresco, tiene el record absoluto mundial de ochomiles, 23 en total a fecha de este escrito, dos de ellas al monte en cuestión. Además, se dio la coincidencia de tener varios conocidos con experiencia por encima de los 7.000 metros, por lo que pudimos obtener información de primera mano.

El Everest, es la cumbre más alta del mundo, con 8.848 metros sobre el nivel del mar, localizado al noroeste de la frontera entre Nepal y el Tibet ocupado por China. Para atacar la cima del Everest hay numerosas vías abiertas, las más comunes son la vía sur desde Nepal, que es la más fácil y la vía norte desde el Tibet. Todas ellas tienen una cosa en común; a partir de los 8.000 metros hay que atravesar la llamada “zona muerta”.

Los peligros del Everest; la zona muerta, mal de altura, congelación y grietas

La zona muerta es una región donde la cantidad de oxigeno en el aire no es suficiente para sostener ninguna forma de vida. En el campamento base a 5.000 metros, el oxigeno disponible es ya la mitad del que hay a nivel del mar y en la cima se reduce a un tercio.

El riesgo de sufrir “mal de altura” a causa de la falta de oxígeno, aparece a partir de los 2.400 metros. Los síntomas iniciales son similares a los de una resaca fuerte o una gripe. Al verse mermada la capacidad de reponer oxígeno en las células, el cuerpo va cortando las funcionales no esenciales y se produce desorientación, disminución de las percepciones sensoriales, dolores de cabeza, de estomago, mareos y fatiga pero sus consecuencias se complican con edema o acumulación de fluidos en los tejidos del pulmón y del cerebro, causando la muerte.

La hipoxia ó falta de oxigeno inicial puede provocar alucinaciones o incluso euforia, que no permiten al afectado ser consciente de su situación física real. Según los médicos, en la zona muerta del Everest, una vez iniciados los síntomas, un individuo tiene entre 1 y 2 minutos de plenas facultades para paliar su situación. Los expertos en alta montaña dicen que los individuos que se vienen abajo lo hacen en unos 20-25 minutos. En la foto, Marco Epis atendido por el equipo de Sergey Kofanov tras sufrir mal de altura;

Para evitarlo, los escaladores realizan periodos de aclimatación permaneciendo a determinadas alturas durante días o semanas, antes de acceder a zonas más altas de la montaña. De esta forma aumentan el número de glóbulos rojos para transportar el oxigeno que hay en sangre. A partir de los 8.000 metros la aclimatación es imposible. El oxigeno no se puede reemplazar tan rápido como se consume y sin oxígeno supletorio, el cuerpo se va degradando lentamente hasta un punto de no retorno.

Al mal de altura hay que sumar el clima extremo del Everest que supone riesgo por congelación e hipotermia permanente. Afectado por el monzón y con fuertes vientos que cuando las condiciones empeoran, pueden alcanzar los 285km/h. En Enero se registran las temperaturas más frías. En la cima tienen una media de -36º aunque pueden llegar a caer repentinamente hasta los -60º. Las temperaturas más cálidas rondan los -19º en Julio.

Por último, otro riesgo importante son las grietas ocultas por la nieve que se forman al partirse los estratos de hielo en el suelo. La zona donde más abundan y donde más muertes se han producido en el Everest, es justo al salir del campamento base, al atravesar la catarata de nieve que hay en la lengua del glaciar pero las zonas altas no están libres de ella. La sherpa Pasang Lhamu desaparecía al caer por una de ellas cuando descendía junto a su marido.

La explotación turística del Everest


La odisea de conquistar la cima del Everest atrae a numerosos individuos de toda índole, desde escaladores profesionales hasta novatos sin experiencia en altura, que en un momento dado se plantean subir al Everest como reto personal.

El desafio se ha convertido en un clásico entre empresarios y altos directivos con poder adquisitivo, que en algún momento de sus vidas se plantean; “si puedo dirigir una empresa o un departamento con cientos de subordinados, que menos para un tipo de mi categoría que coronar el techo del mundo y así poder sacarme unas fotos haciendo cima para decorar el despacho e impresionar a clientes y empleados”.

Otro clásico más orientado a escaladores profesionales, es intentar batir algún record sin sentido; ser el primer hombre o mujer que ha subido por las dos caras sin oxigeno, ser el que más rápido ha subido y bajado, el que más veces ha hecho cima, el más joven en subir, el más anciano, el primer ciego, tuerto o pongase aquí cualquier otra discapacidad, el primer individuo de tal nacionalidad en subir de determinada forma, el primero en bajar haciendo snowboard…

Para acceder a la cumbre del Everest se parte desde el campamento base y se atraviesan varios campamentos de paso numerados de menor a mayor según su cercanía a la cumbre; campamento 1, campamento 2, 3, 4… la cantidad depende de la ruta escogida. En ellos se instalan tiendas de campaña que se van aprovisionando con suministros de apoyo tanto para la subida como para la bajada, labor que puede llevar 3 meses.

En que condiciones se realiza la ascensión y establecimiento de estos campamentos es una cuestión de dinero, del viaje contratado o de los planteamientos que siga el equipo. En la imagen, la ruta sur, la zona muerta empieza justo al salir del campamento 4;




El gobierno de Nepal cobra 25.000$ por cabeza por emitir un permiso para realizar la subida y después cada escalador o equipo de escaladores se organizan como crean conveniente. Se puede contratar a diversas empresas de trekking que operan en esta montaña, cada una ofreciendo diferentes servicios, se pueden contratar muchos porteadores o pocos, se puede dejar más o menos equipo y suministros de emergencia en los distintos campamentos, se puede contratar un grupo de rescate que permanezca en la base dispuesto a salir en caso de contingencia… o se puede ir en plan dominguero gastándose lo mínimo en material y en la agencia de trekking.

En la cumbre del Everest no se pierde nadie. Por las rutas más comunes se accede a ella caminando por un risco en el que hay colocada una cuerda guía y una de dos; o sigues la cuerda o te despeñas ladera abajo a un abismo del que sería prácticamente imposible salir. Técnicamente no tiene ninguna dificultad aunque hay que escalar varias parades pequeñas, una por la ruta sur y dos por la ruta norte llamadas escalones o “steps” en inglés. En la foto, el tramo final del risco por la ruta sur;


No obstante, desde el mismo momento en el que se accede a la zona muerta – y antes también – el escalador está poniendo su vida en serio peligro, de forma que se si se viene abajo por el mal de altura, congelaciones, roturas… y no puede moverse por si mismo, es harto difícil efectuar ningún rescate.

Si un individuo se va al suelo y no es capaz de volver a levantarse como para salir por su propio pie, es imposible que un grupo de escaladores lo arrastren hasta sacarlo fuera de la zona muerta. Si lo intentasen se jugarían sus propias vidas. Hay que tener en cuenta que a esas alturas, por cada paso que se da, un montañero entrenado puede necesitar realizar tres respiraciones, el corazón se acelera incluso en reposo para suministrar oxigeno con más frecuencia debido a su escasez y el cuerpo ya va casi al límite cargando con el soporte vital necesario; ropa, botellas de oxigeno o medicamentos. En la imagen, la ruta norte;



Tampoco hay helicópteros de rescate porque los helicópteros comunes no pueden ascender a tanta altitud. El único helicóptero que ha logrado llegar a la cumbre del Everest fue un Eurocopter AS350 preparado en el año 2005. Logró mantenerse estable unos minutos en la cima pero no llegó a posarse del todo porque se hundiría en la nieve y nunca apagó el motor. En un hipotético rescate con helicóptero, el éxito dependería de que los fuertes vientos diesen tregua como para mantener el aparato estable y lograr enganchar al escalador con una cuerda.

Desde un punto de vista económico, el precio del helicoptero en sí es tremendo ya que no se producen comercialmente, al no ser necesario que estos aparatos suban a tanta altitud ni por motivos civiles ni militares. Mantener una base de helicópteros en el campo base sería igualmente poco realista porque a parte de los aparatos y su mantenimiento, habría que tener un equipo de pilotos y mecánicos aclimatados permanente a la altitud. En la foto, un helicoptero de fabricación rusa que se accidentó en el 2003 cuando trataba de aterrizar en el campamento base. Dos de sus 9 ocupantes murieron;



Si un escalador no puede levantarse afectado por mal de altura, lo único que se puede hacer es darle una asistencia médica muy limitada, suministrando oxigeno, esteroides para paliar el edema o incluso adrenalina para reanimarlo pero la única solución eficaz es descender, por lo menos hasta el campamento 2.

Además, el tiempo que se puede permanecer en la zona muerta es limitado por la falta de oxígeno así que si el afectado no logra levantarse, hay un momento en el que sus compañeros o rescatadores se verán obligados a abandonarlo allí mismo a su suerte porque tienen que descender.


El circo del Everest

Si el riesgo que supone intentar mover a un enfermo en la zona muerta hacen que sea una taréa inviable, mover un cadaver es algo que casi nadie se plantea. Cuando alguien fallece, su cuerpo queda en el mismo punto donde cayó y cuando se enfría, se congela petrificándose con el gesto y postura exacta que tenía cuando expiró. Si estaba sentado, se queda allí mismo sentado. Este fue el caso de Peter Boardman, que desapareció en 1982 intentando la complicada ruta nor-noroeste. Fue encontrado 10 años después sentado, como si estuviera durmiendo.






Se calcula que atacando la cima del Everest han muerto más 200 escaladores, 150 nunca se han encontrado y los accesos a la cima están plagados de cadaveres visibles – más de 40 – que han quedado al aire en el punto exacto donde cayeron, por lo que los escaladores que suben, van sorteando cuerpos que han empezado a bautizar con nombres porque los usan como puntos de referencia en su ascensión.



El más famoso y uno de los primeros que se ven es “el saludador”. Le apodaron así porque el cadaver quedó petrificado con un gesto de saludar con las brazos. No hay confirmación pero por la postura, es posible que sea este;




El segundo cuerpo más famoso es el de “botas verdes”, llamado así por el vistoso color fosforito del calzado que llevaba. “Botas verdes” era Tsewang Paljor, un aguacil indio que pereció por el frio durante el desastre de 1996, el 11 de Mayo de ese año, el más mortifero en la historia de la montaña. Paljor ascendia junto a otros compañeros del cuerpo de policia cuando fueron sorprendidos por una fuerte ventisca. Seis miembros del equipo decidieron abortar el intento y regresar mientras que Paljor seguía adelante con dos compañeros.

Su cuerpo fue encontrado después postrado en la llamada “cueva de roca”, que más que cueva es un socabón en la piedra a 450 metros por debajo de la cumbre y 250 metros por encima del campamento 4. Sus restos se hicieron famosos por que todo el mundo que accede por la ruta sur, tenía que pasar al lado de él a menos de un metro, casí apartándose para sortearlo, siguiendo las cuerdas que se ven en la foto;


En el llamado “desastre de 1996″, un brusco cambio en las condiciones metereológicas se cobró en total 15 vidas en un solo día. Este incidente causó revueló por la sobre-explotación comercial que sufre el Everest. En un mismo día, 33 montañeros atacaban la cima por la ruta sur casi a la vez, provocandose un atasco en la única pared que hay que escalar, el “Hillary Step” o “escalón de Hillary” en inglés, una especie de efecto “overbooking” en pleno Everest por exceso de tráfico y problemas con las cuerdas guía.

Para atacar la cima por la ruta sur se sale a medía noche del campamento 4 y se tardan entre 10 y 12 horas en ascender los 1000 metros restantes, considerándose las dos de la tarde como última hora segura para hacer cumbre. Si se llega más tarde, se corre el riesgo de perecer al frio de la noche o caer por la ladera al descender. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los accidentes se producen en el descenso.

Durante el desastre del 96, el atasco en el escalón, provocó que se realizasen cimas tan tarde como las tres y la cuatro. A las tres se levantó una fuerte ventisca limitando la visibilidad, lo que impidió que muchos de los escaladores que descendían encontrasen el camino de regreso al campamento 4 y murieran de frio. Los subsecuentes intentos de rescate durante la noche y al día siguiente solo lograron traer de vuelta a 4 personas. Aunque parezca un parque de atracciones, esto es una expedición haciendo cola para acceder a la cima del Everest por la ruta sur en el año 2009;


Al lado de botas verdes quedó David Sharp, el caso que más escándalo e indignación ha causado entre la comunidad alpinista, tal vez por ser el que mejor escenifica el circo que hay montado entorno al Everest. David Sharp era un profesor de matemáticas que durante el 15 de Mayo del 2006 realizaba su tercer ataque a la cumbre. Había pagado solo 6.200$ por viajar con Asian Trekking hasta el campamento base y desde allí había lanzado varias acometidas en solitario, sin oxigeno, sin sherpa, sin guía, sin radio, sin medicamentos o ningún otro soporte vital. Es decir, que subía con lo puesto casi en plan dominguero, a lo mejor con la intención de batir algún record.

No se sabe a ciencia cierta si logró hacer una cima tardía pasadas las cuatro o no, el caso es que en un momento de su descenso, a última hora de la tarde, se vino abajo y se sentó al lado de botas verdes para intentar recobrar fuelle. Los malos augurios de estar sentado al lado de un cadaver debieron de ser tremendos ya que como se desvalaría después, en todo momento era plenamente consciente de que estaba agonizando lentamente y que iba a acabar como él mientras otros escaladores pasaban por delante sin siquiera detenerse para prestarle asistencia.

Por delante de David Sharp llegaron a pasar de largo unos 40 escaladores sin pararse. A la una de la mañana, se encontró con la expedición Brice liderada por Mark Inglis, un especialista en alta montaña que había perdido las dos piernas por congelación en 1982 y que ahora subia el Everest con prótesis metálicas. A la izquierda David Sharp y a la derecha Mark Inglis;


Sharp todavía respiraba e Inglis pidió instrucciones por radio a su director en el campamento base, Russell Brice, que le ordenó continuar hacia la cumbre y en todo caso, prestarle ayuda al descender después. Este hecho ejemplifica uno de los aspectos más criticados del Everest; la política que siguen los escaladores es una especie de sálvase quien pueda en la que solo priman los intereses comerciales o de equipo. Si un cliente contrata a un guía y unos sherpas para subir, está pagando por hacer cima y no por rescatar a terceras personas. Además los guías no siempre tienen plena postetad para tomar decisiones. En ocasiones como este caso, puede haber un director de equipo en el campamento base que está ordenando no detenerse a atender accidentados y seguir hacía la cumbre.

Nueve horas después, el guía Jamie McGuinness y el Sherpa Dawa, tras hacer cumbre, intentaban levantar a un Sharp severamente dañado por las congelaciones dándole oxígeno pero como no lo consiguieron, se vieron obligados a abandonarlo. Los miembros de la expedición Brice llevaban cámaras personales en sus cascos, recogiendo en vídeo una breve conversación con Sharp antes de morir; “My name is David Sharp and I am with Asian Trekking”, “me llamo David Sharp y viajo con Asian Trekking”.

Dos días agonizando

Contrariamente a lo que se pudiera pensar, las muertes que se producen en el Everest no son necesariamente rápidas, todo depende de las circunstancias particulares que envuelvan cada caso. La mayoría de las tentativas se realizan precisamente cuando el tiempo es favorable y los escaladores suben protegidos contra el frio, por lo que salvo en los casos en los que las condiciones metereológicas cambian bruscamente, los escaladores se enfrentan a una larga agonía por falta de oxigeno y lenta congelación que puede durar varios días.

En los casos en los que la temperatura desciende bruscamente, la muerte por hipotermia puede sobrevenir en cuestión de pocas horas.

Francys Arsentiev aspiraba a convertirse en la primera mujer en hacer cima sin oxigeno y el 22 de Mayo de 1998 lograba su objetivo a horas tardias junto a su marido Sergei Arsentiev en un tercer intento. Antes de partir, había pedido permiso a su hijo de 8 años para cometer la temeridad. Durante el descenso la pareja se separó sin darse cuenta en la oscuridad de la noche. Sergei llegó al campamento solo para enterarse de que su mujer todavía no había regresado así que cogió varias botellas de oxígeno y volvió a buscarla. Una decisión que le condanaba de inmediato, probablemente fruto de la euforia que provoca la hipoxia.

En la mañana del 23 una expedición uzbeka encontraba a Francys a unos pocos metros de la cima, semi-incosciente con sintomas de congelación. Tras suministrarle todo el oxigeno que pudieron, intentaron arrastrarla pero resultó imposible viéndose obligados a abandonarla. Cuando estaban cerca del campamento, se cruzaron con Sergei que subía al rescate, siendo esta la última vez que fue visto con vida.

Un día después, durante la mañana del 24, dos experimentados escaladores sudafricanos, Ian Woodall y Cathy O’Dowd, se topaban con Francys tirada en el mismo lugar donde la había dejado el equipo uzbeko. El piolet y la cuerda de Sergei estaban cerca pero no había ni rastro de él. Los sudafricanos cancelaron su ascensión de inmediato. A la izquierda Arsentiev y a la derecha Cathy O’Dowd;


Cathy O’Dowd relató que Francys no dejaba de repetir entre sollozos que no la abandonasen. Tras darle asistencia durante más de una hora sin obtener resultados, Cathy y Ian se vieron obligados a abandonarla alli mismo, escuchando sus suplicas mientras se alejaban. Las palabras de despedida debieron ser tremendas. Francys murió sola congelándose lentamente ya que la hipoxia no la estaba matando gracias al oxígeno que le habían dado los uzbekos y los sudafricanos, hecho que solo sirvió para prolongar su largo calvario. A Sergei lo encontró un año después la expedición “Mallory and Irvine”, un proyecto que intentaba localizar los cuerpos de los famosos escaladores. Sergei se había precipitado por la ladera a pocos metros de alcanzar a su mujer.

Cathy O’Dowd ya había tenido una experiencia similar. Cuando descendía de su primera cumbre, se encontró con Bruce Herrod, un escalador que a pesar de tener fama de ser muy duro en las subidas, ascendía muy lentamente. Al hablar con él, el equipo de Cathy se dió cuenta de que no estaba bien y era demasiado tarde para seguir subiendo pero no lograron convencer a Herrod, afectado por la euforia que provoca la hipoxia, de que abortase su tentativa.

Herrod hizo cima pasadas las 5 de la tarde, se autoretrató en la cumbre, llamó por radio al campamento base donde todos los allí presentes, incluida su mujer le instaron a bajar inmediatamente, conscientes de que ya era un cadaver. Dos horas después de la foto desapareció. Posteriormente se recuperó la cámara de su cuerpo y su mujer reveló la imagen que le costó la vida;


Este es otro caso común en el Everest, si alguien se siente incomensurable subiendo y no hay manera de convencerle de que cancele su intento, es imposible obligarle a regresar. No se puede llegar a las manos a 8.000 metros.

Más sorprendente resulta el caso de Lincoln Hall, al que la prensa británica bautizó como el muerto viviente del Everest. El 25 Mayo del 2006 descendía de la cumbre cuando aquejado de mal de altura, empezó a acusar serias alucinaciones. Los sherpas intentaron atenderle hasta que se quedaron sin suministros en medio de una tormenta de nieve y el director del equipo, Alexander Abramov, les ordenaba regresar abandonando a Hall. Cuando llegaron al campamento se comunicaba a la prensa el fallecimiento de su compañero.

Sin embargo, a las 7 de la mañana del día siguiente, un equipo estadounidense liderado por Dan Mazur encontraba a Hall a 8.700 metros, sentado con la piernas cruzadas, sin guantes, con el mono bajado hasta la cintura y el torso desnudo. Estaba cambiándose de camiseta. No tenía ni gorro, ni gafas, ni mascara de oxigeno o botellas, ni saco de dormir, ni mantas, ni cantinplora de agua. Cuando llegaron hasta el tan solo espetó “les sorprenderá verme por aquí”. Mazur tomó esta foto de Hall poco después de encontrarlo cerca de la cima. Alucinando, sonreía a pesar de estar al borde de perder todos los dedos de pies y manos;


Mazur canceló su acometida e inmediatamente iniciaron las labores de rescate. Abramov envió a 12 sherpas que se unieron a los 4 componentes del equipo americano, consiguiendo que Lincoln bajase andando hasta el campamento, donde fue tratado de edema cerebral y se recuperó.

Los cuerpos no quedan cubiertos por la nieve

Por alguna razón que seguramente aduce a explicación científica, los cuerpos que quedan en los collados del Everest no terminan cubiertos por la nieve, permaneciendo visibles durante décadas. Tal vez sea que las fuertes ventiscas limpian la nieve que cae sobre ellos antes de que llegue a cuajar o puede que los colores oscuros de la ropa atraigan mejor la luz, ofreciendo suficiente calor como para que no cuaje.

El viento hace que en una de las caras del Everest no haya nieve dejando la superficie de roca negra al descubierto. Aunque parezca increible, esto es un cadaver que está en medio del campamento 3, los alpinistas instalan las tiendas y acampan como si fuera parte del paisaje;


En el año 2007 Ian Woodall realizó la expedición “Tao del Everest”, que pretendían empujar por la ladera el cadaver de Francys Arsentiev y el de Green Boots para devolver el buen kharma a la montaña. Solo lograron alcanzar el de Arsentiev y seguramente el proyecto de Woodall tendrá lógica desde su prespectiva pero no deja de ser toda una temeridad poner la vida en riesgo para empujar un cadaver, amen de toda una hipocresía ya que pretende ocultar una realidad inherente a esa montaña, fruto en gran medida de su sobre-explotación comercial.



jueves, 29 de abril de 2010

FIN DE LA CARRERA 14x8000 de Edurne Pasaban o "Esto NO es alpinismo"




Parece que nadie dice una palabra más alta que otra en la absurda carrera femenina por alcanzar los 14 ochomiles... tan absurda que, una vez finalizada, hay una corriente nacional e internacional para que se considere su conclusión una gran estafa por parte de Oh, la coreana.

Espero que haya alguien más que piense lo mismo y que lo diga: ESTO NO ES ALPINISMO... pero no me refiero al "escándalo" tipo Cook y Peary por el Polo Norte, sino a las maneras de ascender estas montañas. Los tiempos de Bonatti, Messner y compañía, quedan a años luz de esta feria de las vanidades.

Por otra parte tenemos también el testimonio-indirecta de Messner:
"En el periodo de los caminos abiertos, con cuerdas fijas desde el campo base hasta la cima. Se paga mucho dinero para alcanzar el premio de la cumbre. Eso no es alpinismo ni nada que se le parezca. Es una industria turística."

Pero lo peor de todo no es esto: lo peor es que TODAS las batallas de este tipo que conozco acaba en que los dos miembros son estafadores (Cook y Peary) o en unos cuantos muertos (Scott y compañía, frente a Amundsen por el polo Sur)

miércoles, 28 de abril de 2010

La cima de La Maliciosa (2230m)


Foto de Gustavo Cuervo

Otra cima con nuestros amigos de INTERFOLIO LIBROS...
La cima de La Maliciosa (2230m), en la Sierra de Guadarrama. Nuestra carrera por coronar los dosmiles de España, no tiene límite ni final... si lo tuviera, coronaremos los miles.


martes, 27 de abril de 2010

Tour Mont blanc


Este año nos tomaremos unos días para completar el Tour del Mont Blanc.

(En la foto el refugio Elisabetta, en la parte italiana)

No sabemos en qué estado volveremos, se trata del famoso trekking que bordea el macizo del Mont Blanc en los Alpes: 160 kilómetros y 13000 metros de desnivel acumulado.

Para nuestras abnegadas madres y para el blog, trataremos de incluir alguna crónica a la vuelta.

viernes, 23 de abril de 2010

La dimensión de Iñaki Ochoa

Los conceptos más claros del himalayismo

jueves, 22 de abril de 2010

ENTREVISTA: REINHOLD MESSNER

"Hay que reinventar el alpinismo"

Reinhold Messner (Tirol del Sur, Italia; 1944) apareció a primera hora de la tarde del pasado lunes en la salida de la Terminal 2 del aeropuerto de Barajas entre los distintos ejecutivos que llegan a diario a Madrid. No lucía corbata y su piedra de mar, el colgante que lleva en el cuello y que forma parte de la cultura tibetana, delataba que podía tratarse de un alpinista. También parecía delatarle su poblada barba. Por la noche, más de un centenar de aficionados a la montaña abarrotaron la librería de la revista y editora Desnivel para escuchar a Messner la historia de su vida relatada en el libro autobiográfico Mi vida al límite. Messner revolucionó el alpinismo en los años setenta y ochenta por ser el primer y único hombre que subía al Everest sin oxígeno en solitario y el primero en completar, también sin oxígeno, los 14 ochomiles del planeta. Al día siguiente, voló a París, para continuar promocionando su libro. Entre medias, Messner concedió esta entrevista al diario EL PAÍS.

Reinhold Messner


Pregunta. ¿Cuál ha sido su mayor logro?

Respuesta. Haber sobrevivido.

P. Una vida al límite, como el título de su nuevo libro.

R. Un bello título. Pero es cosa del editor alemán. Está bien. Porque mi vida ha transcurrido realmente al límite.

P. En sus 40 años de alpinismo ha visto morir a gente.

R. Sí. Pero en mi expediciones sólo a tres: a mi hermano Günter, en el Nanga Parbat, en 1970, y al año siguiente, en el Manaslú, a otros dos compañeros de cordada. Fue difícil asimilarlo, especialmente la muerte de mi hermano, un suceso que me retó a seguir viviendo con el doble de energía.

P. ¿Fue entonces cuando decidió ir en solitario a las altas cimas?.

R. Mis desafíos eran demasiado complicados para arriesgar a más personas.

P. ¿Qué cualidades debe tener, según usted, un buen compañero de cordada?

R. Una persona en la que se pueda confiar, que sea entusiasta y fuerte. Lo importante no es la cumbre, sino la vivencia en común.

P. El análisis de ADN de los los restos encontrados en el valle del Diamir, del Nanga Parbat, este verano confirmó que eran de su hermano Günter. Este resultado ha desmentido a los que aseguraron, en 1970, que usted le sacrificó por ambición y le abandonó en la pared del Rupal por la que subieron.

R. Eso no cambia nada. Yo siempre dije la verdad. Günter murió durante el descenso por el valle del Diamir, al pie de la montaña. Nunca lo abandoné. Ahora nadie se ha disculpado. No me importa.

P. ¿Cuál es el principal problema de ir en solitario?

R. Las dificultades técnicas no son mayores que ir en una cordada de dos. Pero el no poder hablar con nadie ni poder compartir el miedo, las dudas, se acaba convirtiendo en una carga psíquica. Parte de mi filosofía es vivir experiencias al límite. Me han servido para conocerme a mí mismo.

P. ¿Ir solo no es un concepto egoísta?

R. Todo el mundo es egoísta. Yo he tratado de ser sincero. He sido criticado por mis aventuras, por mi modo de vivir, por dejar a mis hijos para ir a la montaña... Y cuanto más alto subía aparecían más envidias.

P. ¿Tiene amigos?

R. Pocos. Entre los escaladores, yo soy de los que despierto muchas emociones tanto a favor como en contra.

P. ¿Hay mucho engaño entre los alpinistas?

R. Como en la vida misma. Es imposible controlar con rigor a todas las expediciones del Himalaya. Los alpinistas que engañan no me interesan.

P. En su libro, usted se define como el alma gemela de George Mallory, el legendario alpinista británico que murió en el Everest en 1924 dejando para siempre la incógnita de si fue o no la primera persona en pisar la cumbre.

R. Mallory era el poeta de la montaña no escalada. La historia de Mallory en el Everest no es la historia del Everest en la actualidad. Aquella montaña de los años 20 era más fuerte que la de hoy. Después de que se encontrara su cuerpo, en 1999, supe que ésa era mi historia.

P. ¿Por qué?

R. Porque Mallory fue el primer alpinista en subir al monte Everest, un escalador legendario por sus desafíos. Y, por otra parte, porque mi madre me leyó de pequeño su historia. Mallory también era un pensador.

P. En la historia del alpinismo, ¿lo importante es la ruta de ascenso o la cima?

R. Al inicio del alpinismo, en el periodo de la conquista, el interés era la cima. Luego vino el alpinismo de la dificultad. Fue la época de Walter Bonatti, de Hermann Buhl, los padres del alpinismo moderno. Por último, el de la renuncia: mi filosofía.

P. Renuncia... ¿A qué?

R. Renuncia al oxígeno en los ochomil, al compañero de cordada, a la comunicación, es decir a los teléfonos móviles.

P. ¿En qué etapa está el alpinismo del siglo XXI?

R. En el periodo de los caminos abiertos, con cuerdas fijas desde el campo base hasta la cima. Se paga mucho dinero para alcanzar el premio de la cumbre. Eso no es alpinismo ni nada que se le parezca. Es una industria turística. Alguna gente me pregunta: "¿Quiero escalar el Everest?". Yo les respondo: "Ha escalado usted en Los Alpes?" "No. ¿Es necesario". Ináudito.

P. ¿Se ha perdido la creatividad?

R. Hay que reiventar el alpinismo. Quedan muchos desafíos en el Everest y se deben poner en práctica. Los nuevos alpinistas deben superar a los de mi generación.

P. Un grupo español, cuatro alpinistas catalanes, repitió en 2004 la Magic Line del K-2, vía que bautizó usted y que abrieron unos polacos en 1986. ¿Es el futuro?

R. Hicieron una buena ascensión, pero no es el futuro. El futuro son nuevas paredes en solitario o en dúo. Por ejemplo: el estadounidense Steve House, que este verano ha abierto una nueva ruta en la pared del Rupal, del Nanga Parbat, la más alta del mundo; o el esloveno Tomaz Humar, otro escalador solitario de alta dificultad.

P. Usted ha sido eurodiputado por el grupo de los Verdes entre 1999 y 2004. ¿Cómo se define ideológicamente?.

R. Soy un liberal.

P. ¿Qué piensa del primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi?

R. Nunca he sido amigo de Berlusconi, aunque me propuso fundar un movimiento verde en su partido Forza Italia. Soy un liberal, un verde, pero no de derechas. Aunque uno de mis problemas con el movimiento verde han sido los fundamentalistas. Ignoran cómo funciona el mundo global.

P. ¿Cómo vé el futuro de Europa?

R. Apuesto por la Europa de la regiones. Pero no es factible.

P. ¿Por qué?

R. Si ya es casi imposible que 25 estados se pongan de acuerdo, ¿cómo sería posible poner de acuerdo a 200 regiones?

P. La selección alemana de fútbol le ha propuesto que ayude a motivar a sus jugadores en el Mundial de Alemania.

R. Es un oferta curiosa para un alpinista que no ve fútbol.

POLO SUR de Roald Amundsen y carta de Robert Falcon Scott


Después del verano INTERFOLIO LIBROS publicará en español, (al fin!!!!) POLO SUR de Roald Amundsen... y me acaba de confirmar la Biblioteca Nacional de Noruega que tendremos acceso a sus diarios personales, a sus fotografías (escasas, se le rompió la cámara) y a la carta que escribió a Scott (y éste recogió de la tienda antes de morir en el viaje de vuelta) A mi me da un síncope!!!!!!
Para más información acudir a la web de la editorial

domingo, 24 de enero de 2010

Entrevista a EDMUND HILLARY





La entrevista que sigue se realizó durante una visita del alpinista a Torelló. A pesar de su avanzada edad, Hillary recordaba como si hubiera sido ayer la escalada que realizó hace cuarenta años. Pero dejémosle hablar a él...

Antes de la expedición de 1953 habías participado en el reconocimiento de 1951 que dirigió Eric Shipton. Después de formar parte de este pequeño equipo de seis personas ¿te resultó difícil adaptarte a una expedición con una estructura mucho más pesada?
La expedición de 1953 era una expedición grande, pero la componíamos únicamente trece miembros occidentales, de los que en realidad sólo diez eran alpinistas. Este grupo, comparado con expediciones posteriores, es realmente pequeño. Por otra parte, tuvimos a muchos sherpas trabajando con nosotros y también empleamos bastante material. No tuve ningún problema en particular. Me sentía muy fuerte, trabajé mucho explorando el camino en la cascada de hielo, y más tarde en la pared del Lhotse.

Por eso, porque había demasiado trabajo por hacer, no coincidí demasiado con los otros miembros de la expedición. Fue una expedición muy bien organizada y sus miembros formábamos un buen equipo. Todo funcionó, tuvimos suerte con el tiempo en el asalto final y conseguimos la cima.

¿Cómo era Tensing?
Tensing tenía una personalidad muy atractiva, muy agradable. Era muy apuesto, y en su cara había siempre una brillante sonrisa. Trabajar con él resultaba muy placentero. También era un buen alpinista, muy fuerte, con un gran historial. Probablemente, en aquel momento, era el sherpa que más destacaba como escalador. En aquella época los sherpas eran muy buenos como porteadores, pero no tanto como escaladores técnicos. Tensing sí lo era y por tanto fue un buen compañero en la montaña, había intentado ya en siete ocasiones el Everest.

¿Fue su experiencia muy importante para ti?
Pienso que esto no representó ninguna diferencia. Era un buen compañero, escalamos juntos, pero él tampoco me dio ningún tipo de consejo o recomendación. Al principio no utilizamos a Tensing en la parte media de la montaña, pues él estaba muy ocupado organizando a los sherpas para subir las cargas. No fue hasta el final de la expedición cuando coincidimos en la pared del Lhotse y en la parte superior de la montaña.



¿A qué se debió que Tensing fuera tu compañero en esta escalada?
Realmente mi compañero de cordada era el otro miembro neozelandés, Georges Lowe, pero a John Hunt no le gustaba que dos neozelandeses escaláramos juntos, pues nosotros teníamos gran experiencia en hielo y pensó que era mejor que trabajáramos por separado, para de esta manera aprovechar mejor nuestra habilidad tallando peldaños en el hielo. Miré a mi alrededor y vi que Tensing era muy fuerte y activo, comenzamos a ir juntos y realizamos unos horarios muy rápidos subiendo y bajando por la montaña. Como nos compenetrábamos bien, estábamos fuertes y éramos rápidos, de una forma natural, nos convertimos en un equipo.

Después de transportar algunas cargas al Collado Sur, descendimos de la montaña y se repartieron las tareas que habría de hacer cada miembro de la expedición en los próximos días. Y se decidió que el primer equipo alcanzaría la cumbre sur y que el segundo intentaría llegar a la cima. No cabía duda de que Tensing y yo formábamos el equipo más fuerte y rápido. Por eso se nos encomendó la tarea de alcanzar la cima.

¿Qué fue para ti lo más difícil del día de la cima? ¿El conocido desde entonces como Escalón Hillary?
Sabíamos que este "Escalón" estaba allí, porque se podía ver desde lejos. También sabíamos que podía representar un problema. Cuando alcanzamos la base del Escalón aquello parecía muy vertical, y nos encontrábamos un poco cansados en aquel momento. Pero teníamos que superarlo para llegar a la cima. De pronto me di cuenta que en el lado derecho había una cornisa hielo, y que entre ella y la roca había una especie de fisura. Decidí intentarlo por ella, con los crampones sobre el hielo y las manos en la roca. Lo fui superando así, un poco asustado, pues de romperse la cornisa caería por la vertiente del Kangchung. Al superar el Escalón fue cuando, por primera vez, estuve totalmente seguro de que alcanzaríamos la cima.
Hasta aquel momento lo único que tenía claro era que íbamos a intentarlo con todas nuestras fuerzas. Nos quedaba un largo camino pues el "Escalón" se encuentra en mitad de la arista somital que parte de la cumbre sur, y aún no podíamos ver la cima. En aquella época el material no era muy sofisticado y tuvimos que hacer un gran trabajo tallando escalones. En esta tarea yo tenía una gran experiencia pues en Nueva Zelanda había tallado en el hielo muchos escalones. Así que continué tallando, intentando adivinar donde se encontraba la cima. Finalmente superé una gran banda de nieve y pude ver que, delante de nosotros, la arista terminaba y al fondo se veía el gran plató del Tíbet.Miramos a la derecha y vimos una pequeña loma de nieve de unos quince metros, tallé peldaños en ella y me encontré en la cima.



¿Tan importante era esta labor de tallar peldaños en el hielo?
Durante toda la expedición trabajamos muy duro realizando esta tarea pues llevábamos crampones de diez puntas, sin puntas delanteras, y tampoco los piolets estaban muy evolucionados. Ahora hay un material que permite ascender por hielo totalmente vertical, algo que en aquella época no nos era posible. Ascendíamos tallando peldaños, y por ello la escalada era, desde luego, más difícil y más lenta.

¿Hasta qué punto fue importante el oxígeno artificial en esta escalada?
Este fue uno de los mayores problemas a los que nos tuvimos que enfrentar. Realmente era una barrera psicológica. No sabíamos si, aún empleando oxígeno, podríamos alcanzar la cima del Everest. Todos los médicos nos habían dicho que esta cima representaba el límite absoluto en el que una persona podría sobrevivir. Por eso, aún con oxígeno artificial, no sabíamos si nuestro cuerpo lo podría soportar. Pero, mientras ascendía, a pesar de utilizar oxígeno, me sentí fuerte y no me pareció que pudiéramos sufrir una lesión grave. Y cuando por fin nos encontramos en la cima, para tomar fotos, me quité la máscara de oxígeno durante quince o veinte minutos, y no tuve ningún problema.

Lo único que noté, cuando llegó el momento de descender, y me puse de nuevo la máscara, fue que todo parecía brillar mucho más, como si la luz fuera ahora más potente. Obviamente el oxígeno tenía efectos y me hacía ver mejor.

¿Pensaste en aquel momento que sería posible alcanzar la cima del Everest sin oxígeno?
En aquel momento no nos lo planteamos. Pero cuando nos encontramos abajo pensé que sería posible para gente que estuviera muy bien aclimatada, y de hecho así ha sido.

¿Piensas que Mallory e Irvine alcanzaron la cima del Everest?
Nadie lo sabe. Pero hablando con gente como Eric Shipton, quien visitó aquella parte de la montaña en los años treinta, me dijo que él no pensaba que hubieran alcanzado la cumbre. Más tarde encontraron un piolet que no podría haber caído de la cima, aunque desde luego no sabemos si cayó durante el ascenso o descenso. Pienso que nadie sabrá nunca con seguridad qué es lo que realmente pasó.

¿Cambió el Everest tu vida?
No completamente. Durante cuatro años, antes de ascender el Everest, había llevado a cabo todo tipo de aventuras. Y después continué realizándolas. La gran diferencia para mí fue que, debido a la publicidad, a partir de este momento me resultó mucho más fácil conseguir ayuda para todo tipo de proyectos: expediciones a la Antártida y al Himalaya, construcción de escuelas, hospitales... Gran parte del dinero que conseguí para estos proyectos fue gracias a haber alcanzado la cima del Everest en 1953. Por eso, aun habiendo participado en muchas expediciones que disfruté tanto como la del Everest, tengo que reconocer que el haber alcanzando esta cima ha jugado un papel primordial en mi vida.


¿Cómo era John Hunt?
Nunca había oído hablar de él antes de la expedición. Era, como me di cuenta después, un escalador experimentado, un buen organizador, y tenía una personalidad agradable. Era oficial del ejército, pero no se comportó como tal y tampoco nosotros hubiéramos aceptado recibir órdenes pues éramos todos gente muy independiente. Te preguntaba siempre tu opinión, hacia sugerencias y te animaba si habías realizado un buen trabajo. En este sentido pienso que fue un líder excelente. Aunque soy de los que creen que de haberse mantenido a Eric Shipton como jefe de la expedición también hubiéramos alcanzando la cima.

¿A qué se debió el hecho de que Eric Shipton fuera retirado como jefe de la expedición de 1953?
En realidad a Eric Shipton no le gustaban las expediciones grandes. Era un hombre que disfrutaba los viajes de exploración. Por eso, en 1953, cuando se estaba poniendo en marcha toda la organización, ésta iba un poco lenta porque Eric no estaba muy interesado en los preparativos de este viaje tan complicado. Y en Londres, el comité organizador del Alpine Club y de la Royal Geographic Society, se mostraron preocupados por la lentitud con la que se desarrollaba todo. Por eso decidieron sustituir a Eric Shipton. Le dijeron que iban a poner a otra persona como jefe de expedición.

Este nuevo jefe era John Hunt del que ninguno, él tampoco, habíamos oído hablar antes. Pero la forma en que se hizo no fue muy correcta, por eso, aquellos de nosotros que sentíamos un gran respeto por Eric Shipton no nos sentimos muy contentos. Pero fue algo en lo que John Hunt dio la talla. Cuando me encontré con él en Katmandú, mi sentimiento era: "bueno... vamos a ver cómo es este hombre del que nunca he oído hablar antes, que para colmo es oficial de la armada, un tipo de gente que no me gusta mucho..."

Al vernos por primera vez en Katmandú él vino a mi encuentro, me estrechó fuertemente la mano y me dijo: "he estado esperando, durante mucho tiempo, la oportunidad de conocerte." Entonces pensé: "quizás sea una buena persona". John Hunt sabía muy bien cómo tratar a la gente y me habló de una forma que me conquistó.



¿Qué sentiste al enterarte que, el año pasado, el mismo día alcanzaron la cima del Everest más de treinta personas?
Pensé que las cosas habían cambiado y no para mejorar, pues no resulta agradable coincidir con mucha gente en la misma montaña. Me sentí contento de haber vivido una época en la que tomábamos las decisiones por nosotros mismos, de esta manera nos enfrentábamos a los problemas y teníamos que luchar por la cima. Ahora muchas expediciones siguen, simplemente, las huellas de otra gente. Hay muchas cuerdas fijas, escaleras, trazas, y los alpinistas van unos detrás de otros, como si fueran turistas.

Para nosotros la solución de todos los problemas que nos planteaba la montaña estaba en nosotros. Por eso pienso que encontrábamos una gran satisfacción en solucionarlos.

¿Qué piensas de las expediciones comerciales?
No me gustan en absoluto. En ellas, si estás fuerte y tienes dinero (casi tres millones de pesetas) puedes ser "llevado" a la cima.

Después del Everest te convertiste, de alguna manera, en un profesional de la escalada y la exploración...
Sí, pero no trabajaba llevando a otras personas sino dirigiendo a mi equipo de alpinistas, quienes tenían una gran experiencia en escalada y exploración. Era simplemente el jefe y organizador de estas expediciones.

¿Cuál ha sido tu escalada más difícil en el Himalaya?
Me resulta difícil contestar esta pregunta. Cada montaña representa un reto distinto, lo importante es tener la suficiente experiencia y conocimientos para ser capaz de reaccionar correctamente si te encuentras en una situación difícil o peligrosa. Por ejemplo, Reinhold Messner es muy bueno. El tiene una gran habilidad como alpinista pero también parece haber sabido siempre cuándo tenía que abandonar. Por eso Reinhold Messner sigue vivo cuando de otra manera, quizás, estaría muerto.

¿Estás contento de haber vivido una época en la que había mucho por explorar?
Pienso que, en cierto sentido, tuvimos mucha suerte con el periodo que vivimos. Cuando fuimos por primera vez al Himalaya Indio, en 1951, mirábamos a nuestro alrededor y había docenas, quizás cientos, de montañas que nadie había escalado jamás. Nos levantábamos por la mañana, contemplábamos una montaña de siete mil metros que nos parecía bella y pensábamos: "Mañana intentaremos escalarla". De esta forma escalamos seis montañas vírgenes de entre siete y siete mil quinientos metros, algo que hoy en día prácticamente resulta imposible. Por eso pienso que fue una suerte vivir aquella época.

Lo mismo pasaba en la Antártida. Fuimos en tractores hasta el Polo Sur, y recorrimos glaciares y platós en los que nadie antes había estado. Incluso ahora en la Antártida es difícil visitar zonas vírgenes.


¿Qué piensas respecto a la situación en la que se encuentra el Himalaya hoy?
Aquello es un paraíso al que han ido demasiadas expediciones, muchas de las cuales han abandonado tras de sí gran cantidad de basura. Esta se amontona incluso en el Collado Sur. El Everest es el mayor basurero del mundo. Pienso que todos los montañeros deben aceptar la responsabilidad de que esto no puede continuar así. Cada expedición tiene el compromiso de traerse de la montaña todo lo que ha llevado, e incluso lo que puedan de lo que han dejado otras personas.

¿A qué se debe tu interés en ayudar a los sherpas?
Mis padres fueron gente muy respetuosa que creían firmemente que teníamos una gran responsabilidad con la gente de otros países, especialmente con los del Tercer Mundo. Me eduqué con esta actitud. Pasé largas temporadas en poblados sherpas donde me di cuenta de que los niños no recibían ningún tipo de educación, de que tampoco había ningún tipo de asistencia médica, y muchas otras cosas de este estilo. Decidí que debía intentar ayudarles. Hablé con los sherpas y les pregunté si podía hacer algo por ellos. Y se mostraron de acuerdo en que necesitaban una escuela.

En 1961 reunimos el dinero necesario para construir la primera escuela de la zona. La gente comenzó a viajar durante días desde otras aldeas para decir que ellos también necesitaban ayuda. Hasta ahora hemos construido 25 escuelas, dos clínicas, dos hospitales, muchos puentes...

Quizás esto haya sido lo más importante de tu vida...
Cuando miro atrás me doy cuenta de que he disfrutado la aventura, he disfrutado el miedo que he pasado en muchas ocasiones... pero cuando intento analizar qué ha sido lo más trascendente de mi vida, tengo que reconocer que fue el ayudar a la gente de la montaña a que tengan escuelas, centros de salud, incluso el hecho de recaudar fondos para que pudieran reconstruir sus monasterios.

¿Piensas que debiera haber más restricciones a las expediciones en determinadas zonas para impedir su masificación?
Estoy firmemente convencido de ello. También lo está el gobierno nepalí, quien ya ha anunciado que va a restringir el número de expediciones. Cuando estuve en el glaciar del Khumbu hace unos meses, había catorce expediciones en el campo base, para mí esto resulta totalmente ridículo pues supone hablar de cientos de personas. Por eso pienso que es importante que el gobierno nepalí limite el número de expediciones que puede haber en una montaña. Pero también menos expediciones significa menos dinero para los sherpas... Sólo unos pocos sherpas participan en las expediciones. La mayoría de ellos viven del trekking y del turismo.

Ahora mismo hay tanto trabajo para los sherpas que no dan abasto. Pienso que hay que controlar un poco también el trekking y el turismo, pero no debe limitarse de la misma manera que las expediciones pues éste es más importante ahora para los sherpas.

¿Piensas que todavía hay en el mundo lugares que explorar?
Los exploradores modernos buscan y encuentran otros retos. Por otra parte, los alpinistas cuentan ahora con un equipo y material más sofisticado, con el que pueden realizar escaladas mucho más difíciles, que a nosotros -hace cuarenta años- nos hubieran sido imposibles. Por eso pienso que ahora mismo hay retos tan importantes como los que había para nosotros hace muchos años. Pero ahora el reto es más deportivo. El alpinismo se ha convertido en un deporte más competitivo, pero la escalada de una ruta de gran dificultad sigue constituyendo un gran reto. Pienso que el escalador moderno sigue encontrando grandes motivos de satisfacción en las nuevas rutas que abre.

¿Cómo fue la experiencia que viviste en el Polo Sur?
En muchos aspectos muy parecida a la que se vive en una expedición al Everest. Tienes que luchar con la nieve y el hielo, en grandes cantidades, pero en la Antártida el frío es más intenso, la estancia es también más larga, y siempre teníamos que prestar gran atención cuando conducíamos los vehículos por los platós polares con zonas de grietas. De caer en una con un vehículo de estos eras hombre muerto. En la Antártida tienes que permanecer atento durante meses, mientras que en el Himalaya los riesgos son más inmediatos, está la avalancha, la grieta, la caída en una pendiente vertical...

¿Por qué decidiste ir al Polo Norte en avioneta?
Fue en 1985, tenía 66 años y me ofrecieron la posibilidad de participar en este viaje junto con Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna. No fue una gran aventura en el sentido clásico - pues la verdad es que yo no desempeñaba una labor concreta en ella- pero sí en el tecnológico. Navegar hasta aterrizar en el Polo Norte, esto fue la aventura más importante. Aterrizar en el hielo y caminar por allí muchas millas, fue una gran experiencia. Fue una vivencia interesante aunque fácil para mí. Con ella fui la primera persona en haber estado en la cima del Everest, Polo Norte y Polo Sur.

¿Qué piensas de la relación que mantiene el hombre con el mundo? ¿Está terminando el ser humano con él?
Hemos sido muy poco cuidadosos en lo que respecta a la protección del mundo en que vivimos. He trabajado mucho y me he sentido muy preocupado por los problemas ecológicos. Cada día, lo mismo que mucha gente, me he sentido más preocupado por la ecología. Todos los seres humanos deben aceptar que tienen una responsabilidad para proteger el medio natural, para reparar los graves daños que hemos causado, y para impedir que nada se destruya más de lo que ha sido hasta el momento. Hemos contaminado los océanos, la tierra e incluso el aire. Por eso pienso que la humanidad debe hacer algo ahora para solucionar estos problemas.

¿Qué haces en estos momentos?
Doy muchas conferencias y paso mucho tiempo trabajando para conseguir fondos para los proyectos que tenemos de apoyo a la gente del Himalaya. Trabajo viajando por todo el mundo persuadiendo a la gente para que aporte fondos para continuar con estos proyectos. En 1991 di seis veces la vuelta al mundo. En 1992 viajé algo menos: sólo di cinco veces la vuelta al mundo.

¿Qué mensaje te gustaría transmitir a la gente joven?
A la gente joven le cansa que le hable la gente mayor y les llene de consejos. Pero yo les diría que no es mala idea aprender de los conocimientos que tienen quienes han vivido más. Escuchar lo que han hecho y lo que recomiendan, sus consejos respecto al tiempo, las avalanchas... Que tengan en cuenta aquello con lo que estén de acuerdo a la hora de realizar sus proyectos. Que hagan lo que sientan dentro de sí pero que se aprovechen de la ventaja que les puede suponer contar con la experiencia de generaciones de escaladores. Que no les importe empezar otra vez desde el principio. Que utilicen esta experiencia antes de partir a realizar sus propios retos.